Genial como siempre!
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Eduardo Duhalde comparó días pasados los encendidos discursos del último ex mandatario y actual copresidente con dos de los personajes más desagradables de la historia: Hitler y Mussolini. Pero no conforme con eso agregó que el hombre padecía desórdenes de carácter psíquico.
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¿Por qué causa hizo Duhalde esa referencia maligna, siendo que K fue presidente debido a un dedazo suyo y cuando se sabe también que muchos nativos comparten su percepción de que le faltan algunos jugadores?
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Y acá sí que sólo cabe, apenas, una posibilidad: que tanto su afirmación como la distracción del Fernández de turno hayan tenido una sola destinataria, la única, coligen, que aún no se ha dado cuenta de lo que le pasa a quien obra hoy como presidente alternativo y oráculo personal y exclusivo: la Presidenta.
Lo cual es patético, tomando en cuenta las tareas que se le vienen encima: "desmorenizar" el índice trucho de precios y ponerle riendas a la inflación, resolver la renovada protesta agraria sin perder el apoyo de los setentistas, explicar la generosa participación en su campaña de droguerías implicadas en la mafia de los medicamentos y las drogas, resolver el caso Aerolíneas con la tropa cada vez más dispersa en el Congreso, emparejar las cuentas fiscales, cada vez más comprometidas, y hasta no descuidar las maniobras de su vice, cada vez más cómodo en su papel de protagonista absoluto de la Historia.
En resumen: una situación tan comprometida que lo menos que exige es que todos los actores estén como para la medalla de oro y no que anden por ahí con los cables sueltos y la mirada extraviada.
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