Magistralmente descripta por Asis:
"Como no pudieron construir la Revolución, los intelectuales de izquierda debieron naufragar en la playa, espiritualmente reconfortante, del progresismo. Desde donde podían mantener la pretensión de modelar, en sus alucinaciones, al capitalismo. Debían presentarlo, en adelante, con el mote irrenunciable de neoliberal.
Sensibles solidaridades bastaban, en adelante, para marcar, ya sin ningún riesgo físico, las diferencias con la derecha. Pregonar, por ejemplo, los beneficios del aborto. Entonar de memoria “Sólo le pido a Dios”. Plantear la oralidad redistributiva del ingreso. Contemplar, con simpatías paternales, el etnicismo del Evo. Comprar en Alto Palermo con gesto altivo de culposidad.
El descenso triste, en materia de esperanzas, mantuvo una antagónica simetría con el ascenso del índice de colesterol.
Para colmo, los intelectuales, aunque se entusiasmen, también envejecen. No sólo se les desgastan las ideas. Tampoco responde el cuerpo."
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